Su caída estrepitosa habría estado vinculada a la política, específicamente a las aspiraciones electorales del expresidente Joaquín Balaguer, quien buscaba retornar al poder para los comicios de 1986.
El presidente Joaquín Balaguer y el Partido Reformista regresaron al poder tras ocho años en la oposición, y los dirigentes balagueristas se la cobraron al popular Dimargo, no solo porque apoyó al doctor José Francisco Peña Gómez, sino porque se había negado a donar dinero para la campaña reformista.
Entonces se comentó en los círculos políticos que hubo dirigentes del oficialista PRSC que le «calentaron el oído» al presidente Balaguer indisponiédolo contra Dimargo. Aunque también se dijo que hubo reformistas que trataron de mediar a su favor, pero no tenían la influencia necesaria para lograr que el dinámico empresario de los viajes y el turismo no fuera acorralado.
Fue obvio que los esfuerzos de sus amigos reformistas fueron inútiles. A partir de ahí empezó el descenso en picada para Dimargo: le fueron revocados los permisos que su empresa había recibido para trabajar como tour operador. También se le despojó de manera arbitraria de todos los derechos de arrendamiento, además de los permisos para la organización de vuelos chárter.
La amarga persecución, según el relato de Estrella Veloz, obligó a Dimargo a prescindir de los servicios de las más de 2 mil personas que trabajaban en sus empresas, además de vender sus propiedades con la finalidad de cumplir con sus compromisos bancarios.
Así, este hombre que se forjó a sí mismo con duro trabajo, fue perdiéndolo todo, incluso hasta su vivienda.
30 años en litis
El 12 de marzo de 1987, apenas siete meses del retorno de Balaguer al poder, le fue rescindido el contrato de arrendamiento del Hostal Nicolás de Ovando, el último de los contratos entre Empresas Dimargo, S. A. y el Estado dominicano.
A partir de ese momento iniciaría una larga Litis por el arrendamiento del espacio, a raíz de la demanda realizada por la Corporación de Fomento a la Industria Hotelera y Desarrollo del Turismo (Corpohotels), a través de la cual se exigía la nulidad del arrendamiento. La petición fue acogida y se ordenó el desalojo del inmueble.
Las apelaciones, tanto de Dimargo y el Estado, fueron extendiéndose por más de tres décadas, al recibir sentencias que resultaran beneficiosas a uno u otro.
Los recursos que todavía conservaba, los fue invirtiendo en el pago de los honorarios de sus abogados, además de las necesidades habituales de su familia, más el pago de las compensaciones laborales a los empleados que fue despidiendo en la medida en que vio forzado a cerrar sus negocios.
Sin embargo, el otrora próspero empresario no lograría ver si sus esfuerzos rendirían frutos o no, pues de pasar de tenerlo todo, a pernoctar en el patio de una iglesia, murió en la indigencia, en junio del 2021, con graves problemas de salud, a los 86 años.
Su caso ha quedado para la historia de la ignominia en una sociedad en la que negarse a favorecer a políticos poderosos y ejercer el derecho democrático de apoyar otras opciones, puede significar la diferencia entre disfrutar del éxito alcanzado o la ruina definitiva