Barcelona es uno de los destinos favoritos de los cruceristas, pero a diferencia de lo que nos podríamos imaginar de estos hoteles flotantes, no siempre ofrecen unas vacaciones de relax, sino que los datos indican que cuando bajan a las ciudades, el 60% de ellos solo se está unas pocas horas.
Actualmente, el Port de Barcelona es uno de los puertos con más tráfico de cruceros del mundo y en los últimos 20 años se ha doblado el número de buques turísticos que recibe la ciudad.
Lejos de frenarse, este tipo turismo no para de crecer. Se prevé que en 2023 se supere la cifra de cruceros que atracan en Barcelona respecto a 2022: De los 810 del año pasado a una previsión de casi 900, puesto que en lo que llevamos de año la ciudad ha recibido ya alrededor de 200 de estos buques.
Según un estudio de la Universitat de Barcelona hecho por encargo de la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA), la asociación comercial de cruceros más grande del mundo, el pasajero medio gasta 230 euros por persona y por día en la Ciudad Condal.
Sin embargo, la asociación Stop Creuers subraya que esta riqueza que generan los cruceristas no beneficia de forma igualitaria a toda la ciudad, ya que a quienes les favorece su consumo son a las zonas más exclusivas y la estancia en Barcelona del 60% de ellos es de tan solo de unas pocas horas.
Los cruceristas fueron casi el 20% de los 9,7 millones de turistas que recibió Barcelona en 2022, pero más allá de los problemas con el turismo masivo a los que se enfrenta la ciudad, la llegada de estos barcos con miles de pasajeros suponen un grave problema medioambiental ya que un solo buque contamina tanto como 12.000 coches.
Además, en 2019, según un estudio de la ONG Transports and Enviroment Barcelona fue la ciudad europea más contaminada por los cruceros siendo la ciudad líder en emisiones de óxido de azufre y en óxido de nitrógeno, dos gases altamente contaminantes.